No para una actitud mental escéptica; porque la ciencia exige un espíritu creyente. Cualquiera que haya participado con seriedad en cualquier clase de trabajo científico sabe que a la entrada del templo de la ciencia está escrito sobre la puerta: ‘necesitas tener fe’. Es algo de que los científicos no pueden prescindir. - Max Planck
La crucifixión de Cristo en el Gólgota
Los cristianos católicos pensamos en la muerte y resurrección de Jesús como un hecho histórico y, hasta donde es posible, verificable, pero ¿qué significa que sea verificable? Bueno, para esto es importante saber que todo científico en la actualidad es un creyente, en el sentido de que considera la fe como un medio válido de obtener conocimiento, pero tenemos que entender que la fe no implica incapacidad o ignorancia pues es el conocimiento recibido de otros digno de confianza. En palabras del fallecido Dr. Manuel Carreira S.J:
«la fe humana es el único camino por el cual podemos conocer el pasado, y la fe humana es la que permite que nos aprovechemos de todo lo que hizo la humanidad, con los genios más valiosos, a lo largo de la historia. Y, por esta fe humana, adquiero certeza en contra de mi experiencia y en cosas que no entiendo, doy un ejemplo: por mi experiencia yo diría que mi mano es sólida y está silla también, por la teoría atómica sé que no es así, yo creo en la teoría atómica no en mi experiencia.»
También al respecto podemos leer las palabras del Dr. S. Joshua Swamidass del laboratorio de genómica de la Universidad de Washington:
«Yo soy un científico. A menudo me preguntan acerca de las pruebas que veo de la resurrección. Así se lo explico. La ciencia está llena de fe semejante a la confianza. Creemos cosas grandiosas y contradictorias porque confiamos en las cuentas de fuentes confiables.
La masa es energía. El tiempo se ralentiza con la gravedad y la aceleración. La tierra se mueve alrededor del sol a 67.000 millas por hora. Dos agujeros negros se fusionaron hace 1.300 millones de años, enviando ondas gravitacionales a través del espacio que llegaron el año pasado a LIGO. En principio, todo esto es reproducible, pero solo en principio. Si personalmente verificáramos y reproduciéramos cada experimento nosotros mismos, la ciencia se detendría por completo. Sí, enfatizamos la evidencia. Pero generalmente confiamos en el consenso científico. Sí, somos escépticos y desafiamos regularmente las teorías aceptadas. Pero generalmente confiamos en los informes de otros científicos sobre lo que han visto.
Yo soy un científico. Aún así, en Pascua, celebro que Jesús resucitó de entre los muertos hace unos 2000 años. Este evento, en la Palestina del siglo I, es la piedra angular de todo. De la misma manera que la fe que se asemeja a la confianza en la ciencia está relacionada con la evidencia, también lo está la fe que tengo en la Resurrección.
¿Cuál es la evidencia de la que creció mi confianza? Aquí se incluye un esquema breve e incompleto (véase el enlace). Esta evidencia no es una respuesta, pero plantea la pregunta. Todo lo que necesitamos es curiosidad.» (texto completo y esquema en The Resurrection, Evidence, and The Scientist. The Veritas Forum)
En lo posterior el Dr. Swamidass enumera al menos 7 razones que considera lógicas y convincentes sin recurrir a su fe en Dios, es algo que, contrario a lo que se suele pensar, la mayoría de los cristianos tenemos, dado que no consideramos estos hechos como meras analogías o metáforas sino como una realidad en el mundo físico. Sin embargo es también el misterio más profundo de la fe cristiana y es natural que no se reduzca a una efeméride sino que tenga profundo significado teológico y filosófico.
La redención de los pecados
«Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue herido por nuestras rebeldías, triturado por nuestros crímenes. Él soportó el castigo que nos trae la paz, por sus llagas hemos sido curados.» — Is. 53, 4-5
Pero si consideramos, entonces, que es razonable pensar en la crucifixión de Jesús de Nazaret como un hecho histórico, podríamos preguntarnos ¿qué sentido tendría que un inocente sea torturado y crucificado? ¿qué sentido tendría para un Dios, que dice ser amoroso, permitir esa injusticia? Para los cristianos y el pueblo judío eso se explica de una manera más bien intuitiva, aunque no libre de polémica, por medio del sentido de justicia y la expiación de los pecados.
Una forma de verlo es la siguiente: hay acciones nuestras que dejan huella y otras que no lo hacen. Pensemos en una piedra que arrojamos sobre un estanque, esta producirá ondas circulares que después de un tiempo, debido a la perdida de energía, se consumirán y desaparecerán quedando igual que antes, sin que algo indique lo ocurrido. Supongamos ahora que derramamos tinta sobre una camisa, está dejará una marca que podría quitarse después de una trabajosa limpieza. Así nos percatamos que, por ejemplo, cuando hacemos daño a alguien que realmente nos importa, sentimos la necesidad de compensar ese daño, como si quisiéramos quitar la mancha de la camisa, esa compensación para “reparar” el mal que hemos hecho, y devolver las relaciones a lo que era antes, es a lo que nos referimos con expiación.
Ahora en la teología católica, la gravedad de una ofensa se mide por la dignidad de la persona que sufre la ofensa; mientras que la reparación se mide por la dignidad de la persona que repara el mal. En otras palabras no es igual de grave decirle una grosería a un compañero de clase o a uno de nuestros hermanos, que decírsela a un profesor en clase o a uno de nuestros padres, con los primeros bastaría con disculparse, si realmente has sido ofensivo, mientras que en los últimos casos la disculpa tendría que ser ante toda la clase o bien la familia.
Lógicamente, si aplicamos estos principios a la cuestión del pecado, como ofensa a Dios, tendremos un serio problema pues la persona que sufre la ofensa es Dios, y la dignidad de Dios es infinita, mientras que la persona que repara el mal siempre tendrá una dignidad finita, tenemos entonces un problema pues nunca se alcanzaría la expiación del pecado. ¿Quién podría ofrecer una reparación infinita? Solamente aquel con una dignidad infinita, es decir, solamente Dios. Es aquí donde tiene sentido, para el cristiano, el sacrificio de Cristo en la cruz pues es el Hijo único de Dios, Segunda Persona de la Santísma Trinidad y verdadero Dios. Dios estaba en Cristo, reconciliando a toda la creación para Sí mismo.
«Pensamos en la Resurrección como un acontecimiento extraordinario, pero, en realidad, en esto es en lo que nos equivocamos. La Resurrección fue, se puede decir, un acontecimiento inevitable; cualquiera podría haberla previsto. Los lazos de la muerte, como dice S. Pedro, no podían mantener atado a Nuestro Señor; ¡claro que no! No. Lo extraordinario es que los dolores de la muerte tuviesen, por un solo momento, el poder de dominarlo, y, no obstante, así fue.» P. Ronald A. Knox.